La revolución sensual de Klimt
Una muestra en la Neue Galerie de Manhattan recuerda la vida y la obra del artista
Esperanza II, 1907-1908.- NEUE GALERIE NEW YORK
La exposición de Gustav Klimt [que hasta el 30 de enero muestra la retrospectiva más completa del artista austriaco que se ha organizado en Estados Unidos] refleja perfectamente la dedicación exclusiva del museo al arte expresionista alemán y austriaco. Después de romper con sus conservadores inicios, Klimt se convirtió en el primer presidente de los Secesionistas, cuya revista, Ver Sacrum, declaró la guerra al arte académico y estableció nuevas reglas para la pintura, la arquitectura, la música, el diseño y el grabado.
Su rebelión se plasmó en creaciones para la vida moderna: muebles, espacios para habitar, iluminación, vajillas, cuberterías y vestidos formaban parte de su estética, y en la tienda del museo se venden fieles reproducciones de diseños de Josef Hoffman, Adolf Loos y Kolman Moser. El Café Sabarsky, en el interior, domina Central Park y sirve a diario auténtica comida típica de la capital austriaca de la mano del principal chef vienés de Nueva York.
Se podría pensar que esta ciudad, donde se establecieron tantos exiliados europeos a causa de la II Guerra Mundial, incluidos los herederos de Freud y el psicoanálisis, debería haber sido el hogar natural para la obra de Klimt y de los expresionistas alemanes. Pero no fue así. En aquella época, arte implicaba francés. Modernismo significaba Picasso, Braque, Duchamp, Mondrian, Calder y Frank Lloyd Wright. A continuación, y en veloz carrerilla hasta Jackson Pollock, los expresionistas abstractos de Nueva York, Andy Warhol y el arte pop. Las corrientes figurativas quedaron relegadas y se llegaron a vender magníficos dibujos a precios bochornosamente bajos. La Mittel Europa, hasta hace 30 años, no estaba en la mente de nadie.
Lo extraordinario de la exposición reside en su alcance: incluye 120 dibujos de Klimt, que abarcan desde sus comienzos conservadores y academicistas hasta sus más audaces y eróticos desnudos, entre ellos varios bocetos de una mujer en avanzado estado de gestación.
La Viena fin de siècle de Klimt era una ciudad oscura e inquietante, de profundas contradicciones. Chocaban, en dramáticos enfrentamientos, los intelectuales modernistas y la rancia vacuidad del Imperio Austro-húngaro, con su sexualidad sumergida, su difunta clase militar y su burguesía confusa y reprimida. Fue la ciudad natal de Freud, pero también la que engendró a Hitler. Ninguna semejanza con la Barcelona de Picasso, y mucho menos con París: Viena era puro morbo.
1 comentario:
Increíble la obra de Klimt..
Gracias por la reseña...
Saludos
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