miércoles, 13 de agosto de 2008

disculpen la ausencia

disculpen la ausencia pero ando de vacaciones por...Argentina!
espero que todos vosotros estén disfrutando del verano (o invierno, según sea su origen)
pronto volveré
gracias!

Nacho Hevia

martes, 5 de agosto de 2008

EL REQUIEM DE MARLENNE

El Réquiem de Marlenne




Como cada noche se puso su walkman. Se acostó sobre su cama, se tapó con el fino edredón que el anterior inquilino dejó en aquella habitación, colocó el duro cojín en el cabecero y encendió otro cigarrillo. Y como cada noche dio al play del cassette para escuchar durante las largas horas de la madrugada su colección de cintas de cantantes femeninas, todas ellas de antes de los años setenta.


Su favorita era una intérprete alemana cuyo nombre desconocía. Se hizo con esa cinta hacía ya muchos años y estaba guardada en una caja sin carátula. No conocía su nombre pero, sin embargo, le gustaba llamarla Marlenne.


Sólo se levantaba para hacerse un café, aunque normalmente lo preparaba antes de echarse en la cama. Como cada noche removió lentamente el azúcar de un sobre robado en una cafetería y dio pequeños sorbos formándose un río que desde la comisura de sus labios descendía hasta la barbilla.


Y así durante todas las noches: cigarrillos, sorbos de café, su cojín en el cabecero de la cama e interminables cintas que cantaban el amor, la pérdida, la juventud, lo volátil, la belleza, la ternura, el dolor, el sufrimiento y otros temas que aun sin entender el idioma en que eran cantados los adivinaba por la forma en que eran interpretados. Y sobre todas esas voces, la de Marlenne, esa mujer sin imagen pero que dibujaba desde su cama: alta, con bucles en su media melena rubia, la tez de un blanco resplandeciente y una cintura de avispa marcada por los vestidos ajustados que le diseñaba para cada canción.


Como cada noche no tuvo fuerzas para ordenar su el cuarto donde vivía. Ropa, papeles, revistas, libros, utensilios del baño, cuadros, maletas, pinceles, platos, tazas, sábanas... se amontonaban sobre su armario, el escritorio, la cómoda, su única silla y sobre el suelo. Y como cada noche desde su cama observó que la fina capa de polvo que lo cubría todo lo era cada vez menos.


Fumó y fumó llenando la pequeña habitación de olas de humo perfiladas con la tenue luz de la vela blanca que cada noche encendía.


Aquella noche no se levantó de la cama para hacer café, ni abrió la pequeña ventana para dejar entrar el aire. Aquella noche fumó todos sus cigarrillos, uno detrás de otro mientras sus divas le cantaban al oído.


Y cuando ya no le quedó más que un cigarrillo quitó el duro cojín del cabecero, se tumbó a lo largo de su cama, se tapó con el fino edredón hasta el cuello, encendió una vela nueva, tomó los restos del café olvidado del día anterior, cambió de cinta por la de Marlenne, encendió su cigarrillo, se lo fumó con una extraña lentitud y tras apagarlo en el cenicero decidió morir.



Cerró los ojos y perdió la vida mientras que la vela se consumía y el humo formaba sobre su cuerpo un espeso velo mortuorio. Y cuando sonó la última canción de Marlenne, ésta fue su réquiem.




Nacho Hevia

sábado, 2 de agosto de 2008

collage

(extracto de un guión propio de próximo rodaje)


comparto la soledad del polvo y la misma que la del océano
... que, a veces, difícilmente me encuentro...
...y no vuelvo...no vuelvo...
...y me siento como un héroe,
un patético y absurdo héroe...
...un héroe de mórbido consuelo
por un collage de recuerdos...



Nacho Hevia