El Réquiem de Marlenne
Como cada noche se puso su walkman. Se acostó sobre su cama, se tapó con el fino edredón que el anterior inquilino dejó en aquella habitación, colocó el duro cojín en el cabecero y encendió otro cigarrillo. Y como cada noche dio al play del cassette para escuchar durante las largas horas de la madrugada su colección de cintas de cantantes femeninas, todas ellas de antes de los años setenta.
Su favorita era una intérprete alemana cuyo nombre desconocía. Se hizo con esa cinta hacía ya muchos años y estaba guardada en una caja sin carátula. No conocía su nombre pero, sin embargo, le gustaba llamarla Marlenne.
Sólo se levantaba para hacerse un café, aunque normalmente lo preparaba antes de echarse en la cama. Como cada noche removió lentamente el azúcar de un sobre robado en una cafetería y dio pequeños sorbos formándose un río que desde la comisura de sus labios descendía hasta la barbilla.
Y así durante todas las noches: cigarrillos, sorbos de café, su cojín en el cabecero de la cama e interminables cintas que cantaban el amor, la pérdida, la juventud, lo volátil, la belleza, la ternura, el dolor, el sufrimiento y otros temas que aun sin entender el idioma en que eran cantados los adivinaba por la forma en que eran interpretados. Y sobre todas esas voces, la de Marlenne, esa mujer sin imagen pero que dibujaba desde su cama: alta, con bucles en su media melena rubia, la tez de un blanco resplandeciente y una cintura de avispa marcada por los vestidos ajustados que le diseñaba para cada canción.
Como cada noche no tuvo fuerzas para ordenar su el cuarto donde vivía. Ropa, papeles, revistas, libros, utensilios del baño, cuadros, maletas, pinceles, platos, tazas, sábanas... se amontonaban sobre su armario, el escritorio, la cómoda, su única silla y sobre el suelo. Y como cada noche desde su cama observó que la fina capa de polvo que lo cubría todo lo era cada vez menos.
Fumó y fumó llenando la pequeña habitación de olas de humo perfiladas con la tenue luz de la vela blanca que cada noche encendía.
Aquella noche no se levantó de la cama para hacer café, ni abrió la pequeña ventana para dejar entrar el aire. Aquella noche fumó todos sus cigarrillos, uno detrás de otro mientras sus divas le cantaban al oído.
Y cuando ya no le quedó más que un cigarrillo quitó el duro cojín del cabecero, se tumbó a lo largo de su cama, se tapó con el fino edredón hasta el cuello, encendió una vela nueva, tomó los restos del café olvidado del día anterior, cambió de cinta por la de Marlenne, encendió su cigarrillo, se lo fumó con una extraña lentitud y tras apagarlo en el cenicero decidió morir.
Cerró los ojos y perdió la vida mientras que la vela se consumía y el humo formaba sobre su cuerpo un espeso velo mortuorio. Y cuando sonó la última canción de Marlenne, ésta fue su réquiem.
Nacho Hevia
Como cada noche se puso su walkman. Se acostó sobre su cama, se tapó con el fino edredón que el anterior inquilino dejó en aquella habitación, colocó el duro cojín en el cabecero y encendió otro cigarrillo. Y como cada noche dio al play del cassette para escuchar durante las largas horas de la madrugada su colección de cintas de cantantes femeninas, todas ellas de antes de los años setenta.
Su favorita era una intérprete alemana cuyo nombre desconocía. Se hizo con esa cinta hacía ya muchos años y estaba guardada en una caja sin carátula. No conocía su nombre pero, sin embargo, le gustaba llamarla Marlenne.
Sólo se levantaba para hacerse un café, aunque normalmente lo preparaba antes de echarse en la cama. Como cada noche removió lentamente el azúcar de un sobre robado en una cafetería y dio pequeños sorbos formándose un río que desde la comisura de sus labios descendía hasta la barbilla.
Y así durante todas las noches: cigarrillos, sorbos de café, su cojín en el cabecero de la cama e interminables cintas que cantaban el amor, la pérdida, la juventud, lo volátil, la belleza, la ternura, el dolor, el sufrimiento y otros temas que aun sin entender el idioma en que eran cantados los adivinaba por la forma en que eran interpretados. Y sobre todas esas voces, la de Marlenne, esa mujer sin imagen pero que dibujaba desde su cama: alta, con bucles en su media melena rubia, la tez de un blanco resplandeciente y una cintura de avispa marcada por los vestidos ajustados que le diseñaba para cada canción.
Como cada noche no tuvo fuerzas para ordenar su el cuarto donde vivía. Ropa, papeles, revistas, libros, utensilios del baño, cuadros, maletas, pinceles, platos, tazas, sábanas... se amontonaban sobre su armario, el escritorio, la cómoda, su única silla y sobre el suelo. Y como cada noche desde su cama observó que la fina capa de polvo que lo cubría todo lo era cada vez menos.
Fumó y fumó llenando la pequeña habitación de olas de humo perfiladas con la tenue luz de la vela blanca que cada noche encendía.
Aquella noche no se levantó de la cama para hacer café, ni abrió la pequeña ventana para dejar entrar el aire. Aquella noche fumó todos sus cigarrillos, uno detrás de otro mientras sus divas le cantaban al oído.
Y cuando ya no le quedó más que un cigarrillo quitó el duro cojín del cabecero, se tumbó a lo largo de su cama, se tapó con el fino edredón hasta el cuello, encendió una vela nueva, tomó los restos del café olvidado del día anterior, cambió de cinta por la de Marlenne, encendió su cigarrillo, se lo fumó con una extraña lentitud y tras apagarlo en el cenicero decidió morir.
Cerró los ojos y perdió la vida mientras que la vela se consumía y el humo formaba sobre su cuerpo un espeso velo mortuorio. Y cuando sonó la última canción de Marlenne, ésta fue su réquiem.
Nacho Hevia
29 comentarios:
Nacho, deberían ser todo elogios a esta prosa magnífica. Estoy seguro que los recibirás.
A mí, me hace llorar...
Un beso. O dos.
Gracias, Mario... me supera tu elogio...
Besos!
En el café más bello de Oporto,
Se sentaba todos los días una mujer.
Su cara reflejaba la pena y el dolor
Mientras consumía cigarrillo tras cigarrillo.
El camarero sin preguntarle
Retiraba de la vieja mesa
El plato del café lleno de ceniza.
Cuando era hora de cerrar
Muy entrada la madrugada
Aquella vieja señora
Triste como un fado,
Se levantaba de la vieja mesa
Y se perdía en la noche.
Ahora no existe aquel viejo café…
Tal vez se marcho con ella
Una de esas madrugadas,
Pero cada vez que visito esta ciudad
Mis pasos regresan al mismo lugar,
Deseando encontrar aquel viejo café
Y la vieja señora.
Besos melancólicos.
hay melodías que envuelven con tanta intensidad como una boa constrictor. las canciones de la dietrich tienen este efecto.
un texto precioso!
Hablábamos de la Piaf. La Dietrich es otra de las voces imperdibles en la historia de la música.
¿Cómo sería Berlin sin la Dietrich? ¿Qué sería Potsdamer Platz sin las imprentas de la diva?
Inimaginable.
Si, me imaginaba a Piaf o Dietrich, y me lo imaginaba a el en una pensión oscura, en medio de esas neblina producida por el humo. Y este sufriente hombre se marchó con esa gloria y ese glamour que representaban esas divas. Muy bueno.
Saludos
Que bueno!!!, amo estos cuentos donde se pueden percibir tantas imagenes, sonidos, olores... bellisimo. Hay Lili Marlene... hay Lili Marlene.
Un abrazo grande grande, adoro como escribes
muy bueno nacho... muy bueno
se veló a si misma en medio del humo que la envolvía en medio de una tristeza tan poco pasional que la hace más triste........uf... sisi y estoy de acuerdo con miguel, se preciben muchas imagenes...
siga escribiendo amigo que comunica
un gran abrazote
JAVI:
cada día me sorprendo más contigo..........
bellísima esta poe-historia
me ha recordado tanto mi viaje a Oporto...ciudad bella por lo desvencijada...
besos de fado
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RAÚL:
Dietrich...ay! La "terrible" Lola de "El Ángel Azul"!
Abrazo!
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FERRÁN:
Tú ho has dit: inimaginable!
Petons!
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GERMÁNICO:
Así es...tal cual lo has descrito... No hay más.
Beso enorme!
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MIGUEL:
Me alegro de haberte envuelto en y con tantos sentidos tratándose de un artista como eres tú!
besazo!!!!
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HUMANISTA:
Gracias por tus ánimos!!!!
Miles de besos!
Una escena de película.
Completa.
Intensa.
(guárdala para cuando escribas libretos...)
NACHO, TU RELATO ES MUY LINDO, SENSIBLE Y VÍVIDO. GRAFICAS MUY BIEN LA ATMOSFERA DE ESA MUJER DE MAS DE CUARENTA, VENIDA A MENOS, CON UN PASADO GLAMOROSO. CONGRATS POR TAN LINDO CUENTO. TE VOY A MANDAR UNO QUE ESCRIBI PARA UNA AMIGA HACE UNOS AÑOS QUE TOCA UNA TEMATICA PARECIDA.
ABRAZO!
GABRIELA:
Sí, ¿verdad? parecen las acotaciones antes de dar paso a la escena.
Beso!
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ALE :
Gracias! Ya estoy deseando recibirlo para leerlo.
Un fuerte abrazooo!
¿Murió feliz?
Para que luego digan que en internet solo hay porno... es verso hecho prosa. Fantástico. Enhorabuena. Nos leemos. Un fuerte abrazo
La historia me hace suponer que su muerte era parte de su derecho a soñar... ni sedas vaporosas, ni organzas en el aire, hasta una mortaja de humo y nicotina... muy bueno, la verdad que muy gráfico, se forman imágenes visuales en sepia.
Un beso y fuerte abrazo
;)
STULTIFER:
Murió porque quiso morir..fue su deseo...desaparecer entre el humo...
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HERODES:
Gracias! Nos leemos. Beso!
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FABIO:
Me alegro mucho de que te haya transmitido todo esto...
Besos de foto de época!
Se siente el amor y el desamor, la impotencia y la paz, el dejar hacer a la vida y a la muerte su camino sin ofrecer deseos ni resistencia.
Es un muy buen escrito, Nacho, muy bueno.
Una forta abraçada.
Keli
Eres un cielo de persona. Te contesté en mi blog.
Petons.
MUMMY:
gracias... tu corzón lo abarca todo...
una forta abraçada acompanyada de petons
Tuve la suerte de leer esta belleza de historia,
como siempre bello hasta la médula
Una maravilla!!! Me has transportado hasta ese cuarto a vivenciar el relato y además de encantarme se me puso la piel de gallina (poco poético, lo mío, pero es real)
Gracias por emocionarme de este modo.
Un abrazo fuerte.
Que hermosa historia, aunque triste y solitaria. A veces pienso que asi morire yo: solo.
PD: me encanta tu nueva foto del perfil!
Besos
MARCOS:
La suerte es mía por tenerte cerca...
visiten: www.marcosdelvalle.com
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DÓNDELOHABRÉDEJADO:
Gracias a ti por leerlo con tanta intensidad!
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HALDAR:
Gracias por lo de la foto...y .... no creo que vayas a morir solo...
Besote!
Nueva foto.
Para estrenar nueva etapa?
Espero que sea tan fructífera como las anteriores.
Besos
La nueva foto tan sujerente me despistó, sí señor!
Queria decirte que la historia me ha gustado mucho, es triste pero muy tierna.
Sencillamente hermoso!! Que buena opción de nombre, aunque asi se llama una tia mia, debo decir que acompañado de tu don, el nombre "Marlene" suena lleno de amor, pasión, misterio. Creo que he llegado a sentir el aroma del cafe y el cigarrillo, mientras la muerte se escabulló por edredón.
Un Mega abrazo!! :)
Hola Nacho! Como va???
bueno, que te puedo decir del relato más que es excelente!!!
la verdad que me metiste mucho en el clima, en la habitación, en las sensaciones, y a pesar de que tiene un tono de tristeza muy pronunciado, me dió mucha calma, y al mismo tiempo me llenó los ojos de lágrimas.
espero que andes de diez, te dejo un besote grande!
Max
Magnifico es poco, me ha encantado la historia, perfectamente visible y casi palpable, esa imagen de él tumbado rodeado de humo debajo de la sábana con la ténue luz de la vela y la música sonando.
Acabo de descubrirte y me has asombrado.
Enhorabuena.
Saludos.
A veces, cuando se puede escribir la historia en el polvo de los días, y la habitación se desordena como el alma... hay que dejar que el último cigarro se consuma para irnos con la última voluta de humo...
(mientras uno se encuentra en los relatos).
Saludos (des-de Xile)
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